domingo, 6 de abril de 2014

TEATRO. VERDAD Y MENTIRA

Lo que sigue lo escribí para mis actores, que estoy dirigendo en "AYER MURIO PERÓN" y me pareció bueno compartir.

En primer lugar quería hablar sobre qué es la verdad y la mentira en el teatro. No me importa como consideración teórica, sino como elemento práctico.

Todo lo que pasa arriba del escenario es mentira: nadie en la vida real hablaría como Pancho, por ejemplo. Lo cierto es que en la vida real la mayoría del tiempo hablamos y hacemos boludeces. Esto llevado al escenario sería un embole. El teatro es representación, y por lo tanto, es mentira.
Entonces: ¿dónde está la verdad? La verdad está en el “aquí y ahora” del personaje, en no ser Stella, Mauricio o Eduardo “haciendo de”, sino ser la Colo en Cafayate, ser el tano, preguntándose sobre el ser o no ser, ser Pancho encontrándose con esa Colo que viene desde el fondo de su memoria. La verdad es que lo que esté en el escenario “sea”, no “parezca”.
Esto es algo que se puede lograr en primer lugar, sabiendo al dedillo la letra. Esto libera. 
En segundo lugar, registrando el entorno (¿dónde estoy? ¿Cómo es el lugar? ¿A qué huele?, etc.), y registrando al compañero (un diálogo es eso, un diálogo: escucharlo cada vez como si fuera la primera vez). Si no registramos al otro personaje, lo que se ve son dos personas diciendo su texto en orden.
Registren los momentos en que logren este “aquí y ahora” y guárdenlos.

Lo segundo es “la sutileza”. Nos han hecho creer que en el teatro todo se tiene que “ver”. Me han dicho que la sutileza es para el cine (sic). Sin embargo, son los pequeños gestos, los pequeños cambios lo que conmueven al espectador.  Lo que se “ve” no son nuestras acciones exteriores, sino nuestras acciones interiores. Entonces el público no sólo “ve”, no sólo “entiende”, sino que siente, se conmueve, aunque no sepa muy bien por qué.

En tercer lugar, y de índole absolutamente práctica, es registrar al compañero, estar atento. En escena y fuera de ella, incluso en los ensayos.
El actor es absolutamente egocéntrico: me ocupo de mi texto, de mi personaje, de mis elementos, de mi vestuario. Hay que estar atento. Ver qué necesita el otro, en lo anímico y en lo práctico. Pasar del “mi”, al “nuestro”.


Y por último reiterar que todo se trabaja fuera del ensayo: en casa, en el bondi o donde sea. El ensayo está para poner en cuerpo lo que se trabajó afuera. No hay ninguna inspiración divina que aparezca en el ensayo si antes no se trabajó.